Alicia preguntó al Gato de Cheshire,
que estaba sentado en un árbol,
“¿qué camino debo tomar?”
El gato preguntó,
“¿a dónde quieres ir?”
“No lo sé”, respondió Alicia.
“Entonces”, dijo el gato,
“no tiene mayor importancia,
¿o sí?”

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Una nueva cultura corporativa

Equipo Whiplash, 3 de julio de 2020

Una nueva cultura corporativa

Los efectos de la pandemia están impulsando un cambio acelerado pero duradero en las culturas corporativas, tanto en la manera de trabajar, de producir, como en la de relacionarse con los empleados, los proveedores y la sociedad.

Poco a poco el mundo va entrando en la llamada “nueva normalidad”. Pero nada es igual. El distanciamiento social ha llegado para quedarse, al menos por un tiempo largo. El teletrabajo, cuya implementación ha dado un salto cuántico, no sólo en España sino a escala global, se perfila como una fórmula que muchas empresas adoptarán de manera permanente con distintas combinaciones para los diferentes cargos y puestos de trabajo. Muchas industrias luchan por seguir adelante mientras otras florecen al cobijo de una mayor conciencia sobre la necesidad de un nuevo modelo económico más humano y sostenible.

Entretanto, consumidores y empleados se identifican y apoyan a aquellas marcas que demuestran sus valores con hechos tangible en momentos de crisis, y dan la espalda a las que aprovechan las causas sanitarias, sociales, medioambientales o políticas de manera oportunista o pasan de puntillas sin tomar posición o contribuir con la sociedad de forma alguna. No basta con hacer grandes campañas de employer branding o de marketing. Hace falta más, y las organizaciones están tomando nota porque la pandemia, sin duda, tendrá efectos duraderos, especialmente en las culturas corporativas, que se ven obligadas a un cambio en su manera de operar, de relacionarse y de producir en aras de la supervivencia.

En este contexto, una de las palabras clave, además de innovación, transparencia y solidaridad –todo ello, cómo no, vinculado de manera medular al propósito– es empatía.  Los líderes de las organizaciones están siendo conscientes de la importancia de prestar mayor atención y ser empáticos con las cosas que preocupan a los miembros de su plantilla. En definitiva, son, al menos en este momento, también las preocupaciones de los consumidores. Y de los proveedores. De todos los que componen la cadena de valor pues de manera global nos hemos visto afectados a mayor o menor escala por la pandemia y a todos nos preocupa la salud, la posibilidad de un rebrote, el desempleo, la crisis económica.

Esto implica que se impone adoptar valores que fomenten una cultura colaborativa dentro de las organizaciones, donde la información se comparta y todos cuiden de todos, aún de manera remota. Porque la tecnología no sólo ha sido un vehículo para mantener a las empresas funcionando durante el confinamiento, sino también para mantener el contacto, para permanecer unidos en la dificultad. Es también una herramienta social para cuidar y alimentar la cultura y los valores de la organización tanto con los miembros de ésta como con los proveedores y los clientes.

Pero, llegado el momento del salir a la calle, de asumir la “nueva normalidad”, esa empatía puertas adentro de la organización debe demostrarse también hacia afuera. Asumir la responsabilidad de la empresa con la sociedad, la responsabilidad social corporativa, como un asunto estratégico y no como un acto de filantropía puntual. Como señala Antonio Mateo, experto en RSC y fundador de Helping by Doing Foundation, “La filantropía es muy puntual, muy efímera. Está bien, es necesaria, pero la estrategia es imprescindible”.

Para Mateo, “lo estratégico es donde tú pones tu alma “, y hay dos maneras de asumir la RSC dentro de la cultura de las organizaciones: una filantrópica y otra estratégica. “En la filantrópica hay dos planos muy diferentes: el donante y el beneficiario. En la estratégica hay un solo plano: todos ganamos, todos somos participantes, o si quieres llamarlo así, todos somos beneficiarios. En la filantrópica, el liderazgo es más del trabajador que se apunta y hace una actividad. En la estratégica no. El liderazgo y el compromiso es de la empresa”. Este cambio de perspectiva necesariamente ha de estar impulsado desde la dirección de la organización y ha de estar incorporada al ADN de la empresa, a su cultura y a sus valores. Para el mundo empresarial, la necesidad de adaptarse a las exigencias de una sociedad que reclama su participación activa y decidida en la construcción de un mejor mañana no deja espacio para las dudas, pero sí mucho margen para la gestión de un cambio positivo.